Wednesday 1 August 2012

Pegamos y nos ahogamos: Venezuela en las Olimpíadas, y el por qué debería ser al revés

Admitídamente, soy un seguidor de los deportes de combate. De pequeño, me cautivaba la teatralidad de la lucha libre, y hoy día soy de los que sigue el boxeo cotidianamente, así como disciplinas como el judo, esgrima, taekwondo y boxeo durante las Olimpíadas. Viniendo de un país donde la cifra de homicidios no solo es alarmante, sino que también pasa como algo usual; donde la sociedad se ha vuelto increíblemente hostil, a tal punto que un "buenos días" se oye solo entre viejos conocidos, no debe sorprender que así sea.
Lo que sí sorprende es que hay algunos venezolanos que toman ese afán por la violencia y lo hacen profesión: sicarios, secuestradores, policías (porque sí, hay que tener cierta fijación con el tema para querer dedicarse a ello en un contexto donde perder la vida con el uniforme es casi una certeza). Pero también hay quienes hacen de la peleadera una disciplina y se convierten en los atletas que tanto vemos en televisión compitiendo. No tiene nada de malo, todo lo contrario. Mejor peleador de judo olímpico que asesino a sueldo, pienso yo.
Y es en los deportes de combate en los que hemos dado la talla. Inspirado por el recién concebido triunfo de Ruben Limardo en esgrima, quise ver en qué otras disciplinas hemos obtenido alguna medalla de las Olimpíadas. No me sorprendió, pero me pareció curioso ver que sólo tres de las 12 medallas que hemos ganado han sido en algún deporte no-violento: triple salto masculino (1952), 200 metros mariposa (1984) y peso pluma de alzamiento de pesas (2004). Las otras nueve, han venido de boxeo, tiro, taekwondo y esgrima. Está bien, tiro no es tiro a matar a alguien, pero sin duda es portando un artefacto semblante a los 16 millones que causan más de 19000 homicidios anuales.
De esas nueve, cinco provienen de boxeo (peso mosca 1968, welter 1976, bantam 1980, mosca y pluma 1984) y dos de taekwondo (+67kg femenino 2004 y +49kg femenino 2008).
Para un país con una larga tradición de afición a otros deportes olímpicos como el fútbol, baloncesto, volleyball, natación, atletismo y tennis, en los cuales siempre ha habido representación, es curioso que sólo se hayan obtenido resultados mayoritariamente en deportes de combate. ¿Seguirá vivo el espíritu guerrero de los Caribes en nosotros?
Lo que áun es mas sorprendente, es que seamos tan malos en deportes acuáticos. No es que sólo tenemos más de 3000 kilómetros de costas -en los cuales se ubica más del 75% de la población, cabe destacar-, sino que contamos con el lago más grande de Suramérica -admitídamente contaminado a más no poder-, y una cantidad de ríos que es difícil de igualar, así como con un afán por ir a la playa cada vez que se pueda. Nuestros nadadores, navegantes, equipos de waterpolo, clavado, nadado sincronizado, canotaje, volleyball de playa, remo, etc., deberían ser de los mejores que hay. Salvo por tres nadadores -Vidal, Sánchez y ahora Subirats- y quizás Jhonmar Castillo -finalista de clavados en 1988-, somos inexistentes en dichas disciplinas.
El enfoque de nuestro Ministerio de Deportes (y de Salud/Sanidad, claro), a lo largo las décadas, ha sido errado. Poco se ha sabido entender el hábitat que poblamos. Superficies acuáticas emblemáticas del país por su suciedad, como el Lago de Maracaibo, el Lago de Valencia y el Río Guaire, pudieron haber sido criaderos de grandes atletas en vez del destino de los desechos de nuestras tres ciudades más importantes.
Tan fuerte es nuestra atracción hacia la violencia, que es raro que no hay algún pleito en otras disciplinas. El bochornoso espectáculo de la ya mitificada Vinotinto cuando fue eliminada de la Copa América, en la que no hicieron más que caerse a golpes ( y lanzar cabas vacías); el incesante coreo de 'hijo de puta' en todos los partidos de fútbol cada vez que el portero rival pone el balón en juego; una que otra "coñaza" en nuestro béisbol y baloncesto, por mencionar algunos.
Nacemos y crecemos en el mar, ¿por qué no competir en él? Oro es oro, y nuestros logros en deportes de combate tienen su mérito, peso e importancia, pero es hora de diversificarnos. Queremos acabar con la cultura de violencia en el país, sin ser capaces de promover la competencia sana, el ser buenos perdedores y aún mejores y humildes ganadores. Es nuestro aparentemente irrompíble hábito.

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