Saturday 25 February 2012

Lo pavo, el hipster y la política doméstica


Una cosa que me pareció bastante curiosa del rollo de las primarias fue que, en buena medida, mis amigos autodeclarados (no en voz, pero sí en acción) bohemios, alternativos, del otro espectro, por así decirlo, iban demasiado pendientes de votar por un carajo como Diego Arria; un ex gobernador de Caracas corrupto, que además tuvo una brillante carrera diplomática.
Entonces, me pregunto, ¿ en qué difieren las críticas de un grupo "rebelde" de un grupo de doñas del Cafetal (el hardcore base de Dieguito)? ¿Son esas viejas ponquetas enclosetadas? ¿Son esos ponquetos doñas y dones enclosetados?
Al mencionarles el nombre de Capriles, saltaban con pavor, como si el tipo fuera una especie de Carlos Andrés renacido, dispuesto a tomar el poder, cuando en realidad se trata (trataba hoy día) en el único candidado verdaderamente distanciado del proceso previo a esta mal llamada revolución y capaz de ganar las primarias (no, Maria Corina no llevaba chance; nunca lo llevó, nunca lo iría a llevar).  ¿Será más un rechazo a que Capriles es lo "mainstream" y el apoyo a Arria que es un "underdog" con todas las de la ley?
De ser asi, estamos bien jodidos. Si eso de odiar/amar a un candidato depende enteramente de si está "in" o está "out", estamos francamente requetejodidos.
Y no lo estamos necesariamente porque las primarias y las consecuentes elecciones venideras(recuerden, el Octubre la cosa es sólo por la Presidencia, pero en diciembre viene las gobernaciones y en abril las alcaldías; así que habrá furruco que jode) terminen siendo un certamen de popularidad; puesto que, a rasgos bastante amplios, la popularidad de un candidato (Y SUS IDEAS Y PROYECTOS, COÑO!) son las que determinan el resultado.
El principal problema es la mentalidad detrás de esa visión. Muchas veces he visto de reojo algo tan nefasto como el mismo modismo que rige la vida caraqueña (y por qué no, venezolana): el rechazo a dicho modismo, que cobra forma en un modismo paralelo, que rechaza al otro y por consiguiente provoca el rechazo de los primeros.
Entonces, estamos ante una realidad compuesta de dos facciones que se auto anulan (¿les suena familiar, venezolanos que vivieron los años entre 1999 y 2006?); una que dice ser la tendencia de la sociedad (o de la calse media-alta, al menos) y otra que la rechaza y en su lugar proclama: "No, de hecho no lo son", negándole cabida a la visión que de retruque también los niega.
Para poner un ejemplo externo a Venezuela y que no debería dolerle a nadie que lea este post: el caso de la identidad catalana ante la identidad española. No hay cosa más agresiva, intransigente, insultona y ofensiva que un catalán hablando de cómo es España la que necesita de Cataluña y no al revés -premisa válida hasta el punto que dice "y no al revés"-. Algo similar ocurre entre ambos bandos; los "in" y los "no quiero estar in porque eso es demasiado in".
Es entendible que una sección de la población sienta desprecio por un sistema que lleva más de 30 años corrompido; a nosotros nos ha tocado vivir la peor parte, pero las cosas andan mal desde hace mucho. Esto de que un ex-golpista ganara en el 1998 no fue falta de opciones ni una mera coincidencia. Mientras este hombre convocaba a marchas, su rival más cercano convocaba a cabalgatas, porque es demasiado lógico asumir que todos tienen un caballo para andar desfilando por Caracas. Si hay algo que grita "elitismo" más que eso, háganme saber. Pero eso es harina de otro costal.
Volviendo a Dieguito. Lo fervoroso de su seguidor -fan; usemos la palabra fan, la cosa no era un apoyo normal, era una cosa que uno asocia con adolescentes y Servando y Florentino- me hizo ver que de hecho había aún una sección increíblemente carente de aprendizaje de todo esto; que de hecho, sí existe una oposición más que radical; que la ceguera política la puede ejercer quien quiera. Más de uno por Twitter me intentó convencer que Diego era la solución, más de uno me hizo creer que lo de Arria en La Haya no era revanchismo, más de uno me reprochó que le dijera egoísta a Diego Arria por no querer firmar el acuerdo unitario del plan de gobierno "porque esto es un país libre". Y lo más indignante de todo el caso es que era gente que tanta pistolada dijo sobre el autoritarismo, lo que significaba un hombre como Chávez en el poder para la sociedad venezolana y tantas otras cosas que terminaron siendo sofismos. No hablo de las doñas, de las cuales entiendo una visceral reacción; al fin y al cabo, son sus contemporáneos los que sacaron a Pérez Jiménez. Hablo de ese joven de entre 18 y 35 autoproclamado (por acción, no palabra) bohemio, alternativo, rebelde incluso, que vino a terminar apoyando al más radical candidato que había.
Y no es que esté diciéndole autoritario a Diego Arria, pues no me consta ni me constará que lo sea; lo que digo es que, en efecto, el grupo que se opone a todo más por costumbre que por verdaderamente haber analizado las cosas, ha recogido o asimilado nada de lo que ha pasado en 13 años.
Así como ocurrió con el movimiento de los Indignados en España y la mofa de protesta y oda a la hipocrecía que fue (y sigue siendo) el movimiento de Occupy, simplemente los "no quiero estar in porque eso es demasiado in" terminaron a la deriva, sin hacer que sus puntos importaran, ni que su mensaje valiera real y medio. En España ganó Rajoy, un hombre estatista de derecha, en un país donde la juventud entera se alzó en armas en contra del Estado; en Nueva York y demás ciudades protagonistas del Occupy, los que protestan, lo hacen por igualdad de distribución; mandando mensajes desde su iPad de 600$, sentados en el lobby del edificio del Deutsche Bank, o congregados en una plaza en una de las zonas más elitescas de Nueva York.
Acá, como no hay gobierno de ultraderecha (debatible) o sede del Deutsche Bank desde el cual demostrar, se quedan en casa, cómodos, simulando hacer una diferencia.