Tuesday 5 October 2010

Europa se distancia de Suramérica

No es secreto para nadie que el sur del 'nuevo continente' y el 'viejo continente' son los amos y maestros del deporte más popular del mundo. Tanto sus selecciones como sus clubes han dominado todas las instancias internacionales desde antes de 1930, año en que Uruguay auspició el primer Mundial de Fútbol. Son los jugadores de sus países a quienes el mundo entero idolatra; Pelé, Maradona, Cruyff, Beckenbauer. Son sus técnicos los que ganaron y siguen ganando todo lo que se han propuesto; Zagalo, Bilardo, Menotti, Beckenbauer, Robson, Schön.
Entonces, una rivalidad entre UEFA y CONMEBOL es simplemente natural. Y en los últimos ocho años, Europa le ha sacado diferencia a los suramericanos. Por primera vez desde 1962, año en que Brasil logró repetir el título, dos campeones del mundo han sido oriundos del mismo continente. Incluso, ahondando un poco más en esta confrontación, solo Uruguay en el 2010, ha sido el único no europeo presente en las semifinales de las últimas dos ediciones.
Aun más adentro de esta mítica rivalidad, todos los suramericanos que han pasado de los grupos a las rondas eliminatorias han sido eliminados por europeos, salvo Chile en el 2010, quien cayó ante Brasil.
Pero, ¿por qué este ventajismo europeo?
Suramérica fue bendita con los jugadores más elegantes y vistosos del planeta, sin duda alguna; lo que podría faltarles es algo más de pragmatismo. Es una lucha entre dos escuelas del fútbol: el fútbol estético y el fútbol pragmático. A tal grado llega el arraigo de la creencia latina en la belleza del fútbol, que parte de las grandes quejas que recibió el último técnico mundialista de Brasil, Dunga, fue que pese a sus buenos resultados logrados previos al Mundial, pecó de 'serio', de jugar sin estilo ni belleza. Y en cierta medida es cierto. No hay algo en el fútbol que arranque tantos aplausos del público -aparte de un gol- como una rabona, una chilena, una gambeta, una bicicleta o cualquier otro malabar balompédico.
El dilema es lo que ocurre cuando un equipo se enfrasca en la estética. Pasa lo inevitable: se olvida que lo que suma puntos y gana títulos es justamente marcar goles. Por eso, selecciones con poca capacidad de virtuosismo individual, tales como Alemania o Inglaterra, y en cierta medida la Francia de 1998, han sido exitosas en un estilo mucho más pragmático pero igualmente espectacular: el juego en conjunto y el juego largo. Fue así que los dirigidos por Joachim Löw aplastaron a una Argentina llena de virtuosos y gambeteros en el 2010, con simples contragolpes y disparos de alta precisión. O en 1974, cuando los teutones neutralizaron a una Holanda encaminada a la gloria con su aun legendario 'fútbol total'.
Hay quienes han manejado un sano balance entre ambas y es porque utilizan la belleza como una herramienta para llegar al objetivo, que es el resultado. Es decir, lo estético es un medio, no la finalidad última del juego.
El éxito del fútbol europeo, más allá de todas las ventajas que tiene en cuanto a calidad de ligas (se nutren de los mejores de todos los rincones del mundo), entrenadores, estadios, campos de entrenamiento, así como cuestiones circunstanciales pero con su debido peso como el nivel educativo, el ingreso per cápita, etc., cuenta con un pragmatismo y una frialdad que se ausenta del corazón del latino. No hay cabida para el romance en un mundo donde solo sirven números y resultados.